Miña amada Galiza
El Eco de un Pasado que No Debemos Olvidar
Irmáns do vento esquecido
Naceu nos labios da terra,
murmurio de monte e mar.
Mais agora, irmáns meus,
onde queda o noso falar?
¿Que son as raíces sen terra,
sen auga que as faga medrar?
Perdeuse o camiño á fonte,
e o vento xa non quere cantar.
¡Erguerei o galego do sono,
irmáns que ollades atrás!
Non deixemos que o silencio
se faga dono do noso lar.
Nubes sen sombra
Marcha o tempo, lixeiro e mudo,
coma un río que esquece os seus nomes.
Os campos agardan voces antigas,
mais só atopan ecos nos montes.
Lingua de luz, vestida de brétema,
¿quen te cantará cando caia o día?
Se o corazón esquece os latexos,
as raíces perderán a súa guía.
Rosalía, en su lucha por dignificar la lengua gallega, no solo escribió poesía, sino que transformó el gallego en un símbolo de resistencia. Eduardo Pondal, por su parte, celebró la tierra gallega como una fuerza indomable, reconociendo el idioma como un reflejo de la identidad de su pueblo. Y Castelao, con la creación de la revista Nós, entre muchas de sus contribuciones, consolidó el gallego como una herramienta de lucha cultural, defendiendo la lengua como un derecho inalienable de los gallegos.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, el gallego nunca dejó de estar en peligro. Y hoy, a pesar de los avances conseguidos, nos enfrentamos a un panorama similar: el gallego está perdiendo terreno rápidamente frente al castellano. Según los últimos datos de la Real Academia Gallega (RAG), más de la mitad de los jóvenes de Galicia no hablan gallego como lengua habitual, y en las franjas de edad más jóvenes, esta cifra llega hasta el 60% en algunas áreas urbanas.
Este fenómeno refleja una tendencia que no es nueva. En el pasado, el gallego fue considerado una lengua inferior, un obstáculo para el desarrollo de un pueblo que quería formar parte de una nación más grande. Y hoy, de forma más sutil pero igualmente preocupante, el gallego es visto por muchos como una lengua arcaica y sin futuro, algo que se limita a las aldeas y que no ofrece las oportunidades que el castellano brinda.
De acuerdo con la última Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población (EULP), en 2020 solo el 30% de los gallegos usaban el gallego como lengua habitual, mientras que el 60% lo utilizaba solo de manera ocasional o lo había abandonado por completo. Esta tendencia muestra que, aunque hay una conciencia sobre la importancia del gallego, su uso diario está en franca declinación. Los datos también revelan que el castellano sigue siendo el idioma principal en la mayoría de los hogares gallegos, especialmente en áreas urbanas como A Coruña o Vigo, donde el gallego apenas se escucha en las conversaciones cotidianas.
Este fenómeno es el reflejo de una sociedad cambiante donde el gallego, visto como un idioma "local", se ve eclipsado por el castellano, el cual domina el ámbito educativo, laboral y medial. A esto se suma la falta de políticas efectivas que fomenten el uso del gallego en los espacios públicos, dejando la lengua en una posición periférica dentro de su propio territorio. Aunque hay iniciativas para protegerla, el gallego no ha dejado de ser una lengua de segunda, una lengua que no se percibe como útil ni prestigiosa entre las nuevas generaciones.
El gallego, como lengua de identidad y cultura, no puede quedar atrapado en un debate ideológico ni relegado a un símbolo folklórico. Como Castelao alertaba en sus escritos, la lengua es un instrumento de libertad y lucha, y al igual que entonces, el gallego hoy sigue siendo un activo esencial para que los gallegos puedan reivindicar su propia voz dentro del mundo globalizado.
El desafío actual no es solo cultural, sino también socioeconómico. Si Galicia quiere prosperar de manera inclusiva y auténtica, debe afrontar el reto de integrar el gallego en todos los ámbitos, sin caer en la tentación de abandonar su uso. No se trata de una cuestión de nostalgia, sino de futuro. A medida que los jóvenes se alejan del gallego en favor del castellano, corremos el riesgo de perder una parte esencial de nuestra identidad. Como ocurrió en el pasado, la lengua podría ser vista como un obstáculo para el progreso, cuando en realidad es una riqueza invaluable.
Los errores cometidos en el pasado, cuando el gallego fue despreciado y marginado, no deben repetirse. La lengua es un patrimonio vivo que debe ser protegido con urgencia. Las políticas de inclusión lingüística deben no solo promover el gallego en la educación, sino también en el ámbito laboral y social, para que los jóvenes lo vean como una herramienta útil y de prestigio. El gallego no debe ser solo una lengua del recuerdo, sino una lengua para el presente y el futuro de Galicia. El reto actual es evitar que el gallego siga el mismo camino que recorrió siglos atrás, cuando parecía estar abocado al olvido. Si no actuamos para evitarlo, Galicia podría terminar perdiendo una parte vital de su alma. Los ecos de aquellos que lucharon por nuestra lengua deben ser más que palabras en los libros: deben inspirar a una nueva generación a no dejar que su lengua se convierta en un vestigio del pasado.
Si el gallego es vencido por el olvido, también nosotros seremos derrotados; porque una tierra sin su lengua es un cuerpo sin alma, y un pueblo que olvida su voz se convierte en un espectro que vaga sin memoria ni destino.
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