Ignorancia o convicción

 Ignorancia o convicción 

"Quien no conoce su historia está condenado a repetirla” es una cita que solemos escuchar en debates políticos, especialmente relativos a la memoria histórica. Se dice que el desconocimiento del pasado nos hace caer una y otra vez en los mismos errores, como si la historia fuese un ciclo inevitable. Pero, ¿y si no se trata solo de ignorancia? ¿Y si hay quienes, con pleno conocimiento del pasado, deciden repetirlo de todas formas?

La actual situación de Estados Unidos es un ejemplo de que no siempre es la falta de información lo que lleva a la repetición de los mismos patrones de injusticia, opresión y conflicto. A veces, es una elección deliberada. Hay personas y grupos que no solo conocen la historia, sino que la manipulan, la tergiversan o la ocultan para que ciertos errores del pasado se conviertan en el presente.

Solo hay que echar un vistazo a lo que está ocurriendo estos días, a este mismo ciclo repitiéndose con los inmigrantes latinoamericanos. El gobierno de Texas ha instalado boyas con cuchillas en el Río Bravo para evitar que crucen, a pesar de los testimonios de organizaciones de derechos humanos que denuncian que estas medidas están provocando muertes. Menores están siendo extraídos de las escuelas para devolveros a sus países de origen  sin comunicárselo si quiera a sus padres. O bien la situación contraria, cuando esos niños regresan a su casa, no hay nadie porque se han llevado a su familia. Los políticos han promulgado leyes que buscan criminalizar a los inmigrantes, imponen sanciones a quienes les den trabajo o incluso los transporten. Y es así como  los discursos políticos refuerzan la idea de que estas personas son un peligro para la seguridad nacional, y la gente gustosamente lo compra; una narrativa que ha sido utilizada incontables veces en la historia para justificar políticas de exclusión.

La crisis humanitaria en la frontera sur no es una casualidad ni un problema sin precedentes. Ya sabemos lo que ocurre cuando un país cierra sus puertas a quienes huyen de la violencia y la miseria: lo vimos con los judíos que fueron rechazados antes de la Segunda Guerra Mundial, con los cubanos que intentaron entrar a EE. UU. en los años 80, y con los refugiados sirios en la última década. Y, aun así, volvemos a cometer los mismos errores, permitiendo que el miedo y la xenofobia dicten las políticas en lugar de la humanidad y la razón.

Pero lo más preocupante no es solo la repetición de estas políticas, sino el hecho de que muchas personas que conocen perfectamente esta historia no ven problema en repetirla. La diferencia entre el pasado y el presente no está la falta de información; reside en la falta de voluntad para aprender de ella.

La repetición de la historia no es un destino inevitable, sino una consecuencia de nuestras decisiones colectivas. La historia no se repite sola; la repiten las personas que tienen el poder de evitar los errores del pasado y deciden no hacerlo. La única manera de romper este ciclo no es solo conmemorar las lecciones del pasado, sino cuestionar activamente a quienes intentan reescribirlas, ocultarlas o utilizarlas en su beneficio.

Elena Martín Poza

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