La Alcazaba de Málaga: del prestigio a la marginación
La Alcazaba de Málaga: del poder a la marginación
Cuando visitamos la Alcazaba de Málaga, nos encontramos con un impresionante conjunto arquitectónico situado en el monte de Gibralfaro. Sus murallas, patios y torres nos transportan a una época de esplendor, cuando era una de las fortalezas más importantes del Al-Ándalus. Sin embargo, lo que pocas veces se menciona en los folletos turísticos es cómo este lugar, que una vez fue símbolo de poder y prestigio, terminó convirtiéndose en un barrio marginal habitado por personas de escasos recursos y comunidades gitanas hasta bien entrado el siglo XX. Esta transformación nos habla no solo del paso del tiempo, sino también de los cambios en la estructura social y urbana de la ciudad.
Una fortaleza para la élite
Construida en el siglo XI por los gobernantes musulmanes, la Alcazaba no era solo un recinto defensivo, sino también un palacio para la élite política y militar. Desde allí se controlaba la ciudad y el puerto, y en sus estancias se tomaban decisiones cruciales para la región. Su diseño, con influencias andalusíes y una compleja red de murallas y torres, demuestra la importancia estratégica que tuvo durante siglos. Incluso después de la conquista cristiana en 1487, la Alcazaba siguió siendo un punto clave para la administración militar.
Sin embargo, con el tiempo, la fortaleza perdió su función original. A medida que la ciudad crecía y las necesidades defensivas cambiaban, la Alcazaba fue abandonada como residencia de poder y comenzó su proceso de deterioro.
De símbolo de prestigio a barrio marginal
El declive de la Alcazaba como fortaleza de élite coincidió con el crecimiento urbano y la falta de vivienda para las clases más bajas. A lo largo del siglo XVIII y, sobre todo, en el XIX, la fortaleza se convirtió en un refugio improvisado para quienes no podían permitirse vivir en otras zonas de la ciudad. Las antiguas estancias palaciegas y los espacios entre las murallas fueron ocupados por familias de escasos recursos, entre ellas muchas de etnia gitana, que encontraron en este lugar un hogar en medio de la precariedad.
Lo que una vez había sido símbolo de poder pasó a representar el abandono y la marginación. La Alcazaba se convirtió en un barrio pobre, con viviendas improvisadas y condiciones insalubres. Para la sociedad de la época, estos habitantes no eran más que un problema urbano que debía ser eliminado, y así se reforzó la idea de que la Alcazaba no era un lugar digno de protección, sino un espacio degradado que debía desaparecer.
Expulsión y recuperación del monumento
En el siglo XX, con el auge del turismo y la revalorización del patrimonio histórico, las autoridades decidieron "recuperar" la Alcazaba, lo que en la práctica significó la expulsión de sus habitantes. Durante la dictadura de Franco, especialmente en los años 30 y 40, se llevaron a cabo desalojos forzosos con el objetivo de restaurar el monumento y eliminar lo que se consideraba una "vergüenza" para la ciudad. Muchas familias gitanas y otras personas pobres que vivían allí fueron reubicadas en otras zonas marginales, perpetuando así su exclusión social.
La restauración de la Alcazaba permitió que hoy podamos admirarla como uno de los grandes monumentos de Málaga, pero su historia reciente rara vez se menciona en los recorridos turísticos. Se nos habla de los reyes musulmanes y de la reconquista cristiana, pero no de las personas que la habitaron cuando dejó de ser un símbolo de poder. Esta omisión es una muestra clara de aquello que se dice: "la historia la escriben los vencedores" y de cómo ciertos episodios, especialmente aquellos relacionados con la pobreza y la exclusión, tienden a ser silenciados.
La historia de la Alcazaba de Málaga me parece un recordatorio de que los monumentos no son solo piedras y muros antiguos; son espacios que han vivido múltiples transformaciones según las dinámicas sociales, económicas y políticas de cada época. Su pasado como barrio marginal no debería ser visto como un episodio vergonzoso, sino como una parte fundamental de su historia. Porque, la historia no solo pertenece a los reyes y los conquistadores, sino también a quienes vivieron en sus sombras.
Elena Martín Poza
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